jueves, 10 de mayo de 2012

El coronel y Macondo



Por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos, Macondo era entonces una aldea de cañabrava construidas a la orilla de un rio  de aguas diáfanas de veinte casas de barro.
Había que señalarlas con el dedo para mencionar que muchas cosas carecían de nombres, era tan reciente el mundo.
El coronel Aureliano Buendía muchos años después había de recordar aquella remota tarde frente al pelotón de fusilamiento en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Recuerdo que al principio me negué a ir pues pensaba que no estaba preparado para afrontar ese tamaño acontecimiento.

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